El estudio fue realizado sobre datos de derrames en 31.481 pozos ubicados en Colorado, Nuevo México, Dakota del Norte y Pensilvania. En la publicación se explica que "el rápido crecimiento del petróleo y el gas no convencionales (UOG, por sus siglas en inglés) ha producido empleos, ingresos y energía, pero también preocupa por los derrames y los riesgos ambientales".
Entre otros datos, el grupo de once científicos -pertenecientes a otros tantos centros de investigación- que firma el trabajo asegura que "entre el 75 y el 94% de los derrames ocurrieron en los primeros tres años del pozo, cuando fueron perforados, completados y con los mayores volúmenes de producción".
También que la media de los derrames fue de un rango que abarca 0,5 metros cúbicos en un pozo en Pensilvania a 4,9 metros cúbicos en Nuevo México, con los mayores superando los 100 metros cúbicos.
En los cuatro estados el 50% de los derrames estuvieron relacionados con el almacenamiento y el movimiento de líquidos. Más de mil pozos tuvieron más de un vertido.
El diario español El Mundo cita que Lauren Patterson, investigadora del Instituto de Soluciones Ambientales de la Universidad de Duke y autora principal del estudio, sostiene que la principal conclusión es "que lograr que los datos que se facilitan sobre los vertidos sean más uniformes y accesibles puede ofrecer a los actores involucrados en el fracking información importante sobre dónde dirigir sus esfuerzos para localizar y evitar futuros vertidos".
Los investigadores han diseñado una herramienta interactiva en la que se puede analizar cada uno de los vertidos